Diego Felipe Becerra Lizarazo, “Trípido”, tenía 16 años cuando fue asesinado en 2011. Aquel hecho partió a Bogotá y abrió un proceso de memoria que no se apagó con los años. En 2024 y 2025, la ciudad dio pasos formales: reconocimientos públicos y un proyecto digital que traslada la huella del puente y los muros a un espacio accesible para cualquiera. La memoria no quedó en un acto: quedó disponible como referencia, consulta y aprendizaje continuo.
Ese proyecto es el Museo Virtual de Arte Urbano Diego Felipe Becerra Lizarazo, alojado en la plataforma oficial del Museo Bogotá Arte Urbano (BAU). Ahí se cuenta, con lenguaje simple y énfasis pedagógico, que el museo nace a partir del hecho que le arrebató la vida a Trípido y del legado que dejó en la ciudad. No es una galería estática: es un sitio vivo con entradas, noticias, recursos y recorridos que documentan prácticas, obras y actores del arte urbano de Bogotá.
El lanzamiento oficial del museo virtual ocurrió a finales de agosto de 2025, anunciado por la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte y por la Alcaldía Mayor. Además de la web, presentaron una experiencia de realidad virtual y un cortometraje animado que toma el nombre de Trípido para explorar, con claves visuales, cómo una tragedia abrió paso a un sistema de memoria y transmisión cultural. La apuesta es clara: combinar archivo, narrativa y tecnología para que el caso no quede reducido a efemérides.
El museo se sostiene en una base normativa y comunitaria. En 2023, el Concejo de Bogotá aprobó el Acuerdo 907, que exaltó la memoria de Diego Felipe y dispuso acciones complementarias; desde entonces, invitaciones culturales y convocatorias públicas han articulado a instituciones, artistas y organizaciones de base para nutrir el repositorio y su programación. La memoria dejó de depender solo de la iniciativa ciudadana: cuenta con una hoja de ruta institucional que la respalda.
Dentro de la plataforma, la sección de “Recursos en línea” y las notas editoriales del BAU dan contexto, fichas, referencias y puertas de entrada para docentes, investigadores y público general. Se puede seguir la pista de piezas, colectivos y procesos, y entender cómo el arte urbano bogotano conversa con derechos, territorio y ciudadanía. Este andamiaje digital no sustituye los muros: los organiza para que su lectura sea más nítida y útil.

Hoy, cuando alguien busca a Trípido en la red, no solo encuentra una noticia antigua: encuentra un museo virtual que recoge su historia y la transforma en herramienta pedagógica y cívica. Ese es el verdadero giro: de un caso a una institución abierta, de un nombre a un archivo que crece, de una ausencia a un lugar donde la ciudad aprende a recordarse.