En una entrevista del podcast The Joe Rogan Experience, miembros de N.W.A. revivieron uno de los episodios más tensionantes en la historia del rap: la vez que el FBI envió una carta para exigir que “F*** tha Police” fuera retirada del disco Straight Outta Compton. La carta, enviada a Priority Records, expresaba preocupación por una canción que “promueve la violencia y la falta de respeto hacia las autoridades”. Pero para N.W.A., aquella hoja oficial era más bien una insignia de honor. “¿Una carta? Eso es todo lo que tienen”, recuerdan con ironía. “¿No van a venir a arrestarnos? ¿A tirarnos la puerta abajo como en el barrio?”

El contraste era claro: mientras el gobierno federal se escandalizaba con una letra, los jóvenes afroamericanos en Compton vivían persecuciones reales, físicas y cotidianas por parte de la policía local. “Regresen a South Central con nosotros”, decían. “Lidien con los sheriffs allá, hacen mucho más que mandar cartas”. La carta, que intentaba censurar, fue publicada por el grupo y se convirtió en noticia nacional. N.W.A. fue portada en revistas que decían: “El FBI odia a este grupo”. Y Easy-E lo anticipó: “Vamos a ser enormes después de esto”.
Para los ejecutivos del sello, fue un terremoto. “Nunca los había llamado el gobierno”, decían. Pero para N.W.A., que ya había visto arietes policiales tumbar casas, aquello era casi una broma. La carta se volvió símbolo de una nueva era: la del rap que no solo molestaba, sino que agitaba al poder.
Las consecuencias no tardaron. En sus conciertos, la policía local se presentaba con listas de palabras prohibidas. “Si dicen esto en el escenario, los arrestamos después del show”. En Detroit, fueron literalmente sacados del escenario. En Cincinnati, la policía los buscaba tras bastidores. En un show, uno de ellos escapó disfrazado entre el público y fans lo llevaron en auto hasta el hotel cruzando de estado.

Aún así, el grupo no cedía. En cada ciudad, antes de empezar, decían al público lo que les habían prohibido decir… y lo decían igual. “Vamos a empezar con esto: ‘A pig is a pig’”. Cada concierto se convertía en una declaración de principios. En medio de amenazas, enfrentamientos y citaciones judiciales, el grupo nunca dejó de tocar la canción.
Algunos policías fuera del escenario admitían que escuchaban el tema. Otros, al detenerlos, pedían autógrafos para sus hijas. El absurdo era claro. “Nos odian en público, pero en privado quieren un póster firmado”. Esa contradicción refleja no solo la censura, sino la hipocresía de un sistema que castiga el mensaje, pero se lucra con su fama.
La carta del FBI no logró su objetivo. Al contrario, catapultó a N.W.A. como símbolo de resistencia cultural. El rap no se disculpó, no moderó su tono, no pidió permiso. Exigió respeto desde la rabia, desde la verdad vivida. La censura no lo silenció: lo amplificó.
Hoy, a más de 30 años, “F*** tha Police” sigue resonando. Y ese papel membretado del FBI es ahora parte del archivo histórico de la cultura Hip Hop: no como amenaza, sino como prueba de su impacto. Porque si la música molesta al poder, es porque está diciendo lo que debe decir.
La entrevista no es una reconstrucción. Es el testimonio directo de quienes vivieron, resistieron y marcaron un antes y un después. No es historia ajena, es voz propia. Y esa voz sigue retumbando.