El trabajo “Wall Writers: Graffiti in its Innocence”, del cineasta Roger Gastman, es un recuento histórico paso a paso y de ritmo acelerado de la explosión de tags estadounidenses a fines de la década de 1960. Los primeros segundos del documental presentan un segmento de noticias en el que un reportero de cabello plateado advierte contra un aumento en estos misteriosos garabatos. Flanqueado por jóvenes joviales por todos lados, y paseando lentamente frente a una pared llena de tags, el reportero informa:

“Los vándalos eran una tribu de personas que invadieron Europa en el siglo IV y V, y sin razón aparente, destruyeron mucho. de lo que encontraron allí. A veces parece como si los vándalos vivieran de nuevo y hubieran invadido los Estados Unidos de América”.

Te ries y a medida que el documental avanza, aprendes que el nacimiento del graffiti estadounidense no se trató de destrucción en absoluto, sino de creación. Antes de los hashtags y los selfies bien seleccionados, existía esta notoriedad bohemia. La escritora Coco 184 recuerda cómo el llamado inicial a esa atención fue la mística de tener tu nombre garabateado para que todos lo vieran.

“La dinámica de escribir tu nombre, de hacer algo ilegal, de hacer que otras personas adivinen ‘quién es esta persona’, es una de las muchas cosas que me atrajeron”.

No podías comprar seguidores. Tenías que tener una punta de fieltro y una lata de aerosol. La narrativa continúa con entrevistas a escritores de las escenas de Nueva York y Filadelfia, y se intercala deliberadamente con segmentos de noticias de los años 60 y 70, que narran la creciente ola de “vandalismo”. Se habla de Rocky 184, Coco 184, Phil T Greek, Henry 161, Taki 183 y Julio 204 y obtienes la historia de origen, el big-bang de la escena de Nueva York.

Conocerás a Taki 183, quién como corroboraron casi todos los writers de Nueva York en la película, fueron los tags de Taki los que realmente comenzaron la explosión, ya que fue el primero en dejar de bombardear su propio barrio. Taki 183 cuenta que al final de su adolescencia en el verano de 1970, trabajó como mensajero entregando paquetes en la ciudad de Nueva York. Recuerda que en lugar de tomar taxis y el tren para sus entregas, simplemente caminaba, para marcar cada uno de los postes que encontraba por toda la ciudad y dice:

Yo no lo empecé, solo fui el siguiente paso.

Como él lo dice, no puedes creer que sea este tipo el que llamó la atención de todos.

El film nos lleva también a Pensilvania, donde los contemporáneos urbanos de la escena de Nueva York estaban marcando sus territorios como alternativa a unirse a las pandillas en el norte y el oeste de Filadelfia. Ahí es que conocemos la historia de otra leyenda: Cornbread.

Sus historias son las mismas que sus contrapartes de Nueva York: adolescentes pobres y descontentos con tiempo libre pero que no estaban involucrados en pandillas locales.

La película de Gastman se toma el tiempo para repasar los matices de las escenas de 1968 a 1972, pero se siente como si pasara volando en un destello agradable. Los clips de noticias que borran la función se vuelven cómicos hasta un grado absurdo a medida que avanza, con el llamado mundo convencional siempre clamando por dar sentido a un movimiento que está más allá de su alcance. Los mayores y rectos, siempre dos pasos por detrás de la cultura juvenil, y tres pasos por detrás del underground.

El inicio del movimiento de graffiti estadounidense no se trataba de pandillas, vandalismo o incluso notoriedad, sino de esa unidad que se encuentra en la expresión. De hecho, el director Gastman recibió generosamente imágenes archivadas del cineasta Robert Moran, director del documental Sly Artistic City centrado en el graff de Filadelfia.

Una de las tomas finales de la película muestra a los equipos de Washington Heights juntos, pintando sus tags originales en las paredes del Nueva York moderno. El director Gastman nos dice:

“Veo esto como mucho más que una película de graffiti. Cuenta la historia del nacimiento de una cultura y de la amistad y la supervivencia”.

Se convierte en esta aparente historia de comunidad y amistad nacida de una plaga que alguna vez fue de mala reputación, una plaga , que ahora es un fenómeno global. En un momento dado, el famoso fotógrafo de graffiti Jon Naar señala:

“Se llaman a sí mismos ‘escritores’. No recuerdo a ninguno de ellos llamándose a sí mismos ‘artistas’”.

Pero después de ver Wall Writers no estaría de acuerdo. El término leyendas viene a la mente. Te dejamos 2 enlaces para que lo veas.